La curiosa historia de los osos de agua enviados a la Luna
Muchos quizá desconozcan la sonda israelí Beresheet. Se trata de una pequeña misión a la Luna en la que, según el inversor estadounidense Nova Spivack, se han incluido animales. Aunque se trata de seres microscópicos, más conocidos como osos de agua o tardígrados, que a la vez pueden sobrevivir a temperaturas de 200 grados bajo cero y 150 sobre cero. Para resucitar después de 10 años sin agua e incluso resistir a la condiciones climatológicas más adversas.
La idea de lanzar los tardígrados comenzó poco antes del lanzamiento. Quería conseguir una pequeña biblioteca lunar con 60000 imágenes en alta resolución de libros clásicos, la Wikipedia en inglés casi al completo y los secretos de los trucos de magia de David Copperfield. Así podrán tener el conocimiento de la especie humana casi en cualquier lugar del Universo. Comenzando por la luna.
A última hora también se decidieron a incluir muestras del ADN de 24 personas, muestras de lugares sagrados del mundo y algunos tardígrados deshidratados. Estos osos de agua fueron pegados a la cinta adhesiva que cubrió la biblioteca lunar para protegerla.
Una misión ¿fallida?
Lo que no preveía el equipo es que la sonda se estrellaría en la Luna, y haciendo pensar a sus encargados que todo se había destrozado. De hecho, aseguran que es difícil saber si los animales microscópicos que estaban en la sonda Beresheet han sobrevivido. Y no existen planes para acercarse a comprobarlo.
En todo caso, el equipo teme que los osos de agua que se han desplazado hasta la Luna puedan contaminar la zona. Incluso no se atreven a realizar ningún comentario sobre el hecho. Eso sí, Gerhard Kminek, responsable de protección planetaria de la Agencia Espacial Europea, ya ha confirmado que «el choque de esta misión con material biológico no violó ningún requerimiento técnico de protección planetaria«.
Por el momento, el envío de osos de agua a la Luna es un hecho que queda más como curiosidad que como susto. Aunque la idea de enviar más animales a la zona no se elimina de la cabeza de los investigadores.
Vía | WIRED
Foto | Wikimedia Commons – Schokraie E, Warnken U, Hotz-Wagenblatt A, Grohme MA, Hengherr S, et al. (2012)
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