Escherichia coli, la bacteria de los animales mamíferos
La Escherichia coli es una bacteria más conocida como E. Coli. De hecho, algún que otro ser humano ya la ha sufrido. Pero vamos a centrarnos en los animales. Concretamente, en los mamíferos. Y es que ¿sabíais que los animales de granja la tienen naturalmente en sus cuerpos? Son portadores y puede hacer acto de aparición en cualquier momento.
Por el momento, la E. Coli está considerada como la bacteria de vida libre más estudiada. La mayoría de cepas de la misma que existen están en el colon de mamíferos y aves, ayudando a realizar procesos digestivos. Eso sí, fuera del tracto gastrointestinal pueden causar daños e infecciones en tejidos y órganos que sean vulnerables a las toxinas de las propias cepas. La toxina que crea esta bacteria es la Shiga o STEC.
En la propia toxina también encontramos el serotipo O157:H7, asociado con brotes de colitis hemorrágica y de síndrome urémico. Problemas que tuvieron lugar en su día en Estados Unidos y Canadá. Eso sí, en las personas la infección por E. Coli causa dolor abdominal, un cuadro diarreico, fiebre, vómitos y diferentes molestias.
¿Qué sucede en los animales?
En los animales, la bacteria está en el tracto intestinal y se excreta a traves de las heces. Por lo general, su transmisión se realiza a través del agua y de alimentos que estén contaminados con restos fecales. De hecho, en el ganado se transmite a través del agua potable, la alimentación y el propio medio ambientes, llegando a causar daños tanto a animales salvajes como a animales de compañía. Se podría extraer que es necesario evitar cualquier tipo de excremento, ya que podría estar contaminado.
También hay que tener en cuenta que no existe un tratamiento específico por antibióticos, sino que se recomienda ingerir una cantidad suficiente de líquidos que evite la deshidratación. Y, si un paciente contrae SUH, estará bajo vigilancia hasta que se recupere.
Para nuestra prevención existen algunos consejos básicos: lavar las manos con frecuencia, mantener limpia la zona de cocina, lavar frutas y verduras, evitar el consume de leche cruda y carne poco cocinada, y aplicar una temperatura de más de 70 grados en el cocinado de alimentos.
Podríamos decir, en definitiva, que la prevención es fundamental para evitar un contagio de la bacteria. Los hábitos más sencillos son suficientes.
Fotos | Wikimedia Commons – Jorge.a.izaguirre | Pixabay – algria
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