La fábrica de árboles
En la Universidad de Columbia, Nueva York, científicos diseñaron un árbol sintético más eficaz para absorber el dióxido de carbono que un árbol natural. Una solución de este tipo está siendo buscada desde hace años para tratar de encontrar un método eficaz para “limpiar” la atmósfera y evitar el calentamiento global. En realidad, por supuesto, no se trata de un árbol sino que es una máquina estructurada en forma de torre elaborada con materiales absorbentes del temido CO2.
Los árboles y otros vegetales son los encargados de absorber la mayoría del dióxido de carbono y almacenarlos en sus tejidos. Este nuevo invento, el árbol sintético, absorbería el gas que pasaría a través de unos filtros especiales que transformarían el CO2 en líquido que sería enterrado para siempre en las entrañas de la tierra. El hombre ya está preparado: parece no necesitar más de los árboles, esos molestos objetos que no permiten explotar la tierra como se debe con el fin de generar riqueza. Tal vez el próximo paso sea el diseño de pájaros, mariposas y flores, para embellecer esas torres que tan bien absorben el dióxido de carbono.
La humanidad, ahora sí, parece que está empeñada en que el frágil planeta no se transforme en un mundo inanimado. Sin embargo, le agrada tomar por el sendero más difícil y sinuoso. No piensa en terminar con la tala desmedida, ni en disminuir la brutal quema de petróleo. No se le ocurre investigar alternativas serias para generar energía renovable. El viento no parece ser tan veloz como para generar energía eólica. El sol, esa esfera brillante allá en el cielo, no parece estar dispuesto a enviar rayos más fuertes para poder aprovecharlos e inventar algo que podríamos llamar energía solar. No, nada de eso. El camino es inventar árboles de metal.
El hombre sigue empeñado, solamente, en generar riqueza que no podría disfrutar ni en dos vidas. A costa de la naturaleza y del hombre. Matando árboles, destruyendo ríos, creando guerras para matar a sus semejantes y seguir matando árboles y destruyendo ríos. Tal vez, algún día, se apiaden de nosotros, se apiaden de ellos y se decidan a descargar todo el arsenal atómico de una vez y para siempre y así evitar esta lenta agonía. Si ello no ocurriera, no importa: nuestros hijos y nuestros nietos irían a buscar empleo en alguna fábrica de árboles.
Vía | Clarin.com
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3 comentarios
Me gusta este artículo, ¡tiene garra!
Gracias Olibana por tu apreciado comentario.
¡Un cordial saludo!
k ondass
konadsa