Los flamencos: largos cuellos, largas patas

Los flamencos: largos cuellos, largas patas

Escrito por: Leticia    19 diciembre 2009    2 minutos

Las siluetas y los colores de estas zancudas dan a las soleadas orillas de los terrenos pantanosos el sorprendente aspecto de un paraíso de leyenda.

El primer premio, concedido a la extrañeza y a la hermosura, recae sin duda alguna sobre el flamenco rosado, que posee el cuello y las patas más largas y más delgadas de toda la tropa alada. Cuando vuela, esta ave parece que nada en el aire, como una apacible y suntuosa mancha rosada en el azul del cielo. En posición de reposo, su cuello es tan largo que lo dobla en forma de S, con curvas mucho más acentuadas que las de una carretera alpina. De pie, su cuerpo –un poco mayor que un balón de futbol- descansa sobre flexibles zancos que se desplazan en el agua con altiva elegancia. A cada paso se dobla su pata hacia atrás por la articulación media, saca del agua el pie recto, y después lo vuelve a hundir en ella manteniendo los dedos verticales y apenas como se forma un rizo sobre la superficie del estanque. El flamenco busca su comida en marcha, y la menor agitación del agua o del cieno enturbia su visión.

Extraordinariamente flexible, el flamenco cambia de forma y de volumen a cada instante. Cuando camina o pesca, domina las líneas verticales, zancos levantados, rectos, cuello sinuoso hacia abajo. Cuando atraviesa los aires es, por el contrario, una forma larga extendida en el sentido de la horizontal. Sus patas no están, como las de la mayor parte de las aves, recogidas bajo el fuselaje de su cuerpo. Se estiran a lo lejos detrás de él, mientras que por delante, su cuello desmesurado hiende al aire como una jabalina.

Cuello y patas son de la misma longitud
, equilibrando su cuerpo ligero, mientras que las alas flexibles baten el aire sistemáticamente con la regularidad de un péndulo.

El flamenco no realiza jamás descensos en picadas ni bruscos virajes. Solo vuela para ir de un sitio a otro, pues para él la caza sólo existe a pasos contados en el agua. Antes de posarse traza un ancho rizo en el cielo, y así toma contacto con el suelo sobre la punta de sus pies.

Fuente | Revista Genios