Más avance, más daño
Los grandes e importantes avances que ha tenido la humanidad en términos de salud, educación, producción de alimentos y tecnología en general, permitieron, en una primera instancia combatir las hambrunas, plagas y enfermedades. Éstas eran las principales causas que regulan la dinámica del crecimiento de la población humana.
El avance de la civilización, traducido en una paulatina mejoría de las condiciones y esperanza de vida humana, causo un crecimiento muy marcado en la tasa de crecimiento de la población. En un mundo lleno de recursos, la expansión sin control provocó lo que hoy llamamos ‘explosión demográfica’.
El crecimiento de la humanidad y el notable desarrollo de la ciencia y la tecnología se lograron dentro del proceso de urbanización y cada vez más a expensas de la naturaleza. A favor del progreso el hombre introdujo todo tipo de modificaciones en la naturaleza, alteró los ecosistemas, provocó la desaparición de especies, generó catástrofes ambientales de todo tipo, locales y globales.
Muchos de estos problemas que alteraron el equilibrio de un ecosistema por la adición de sustancias que, en condiciones normales no se encuentran presentes (o si lo están, han modificado significativamente su cantidad normal), se denominan contaminación.
La contaminación es un proceso complejo donde interactúan fenómenos biológicos, químicos, socioeconómicos con los ecosistemas. Puede parecer un término subjetivo en su aplicación cotidiana, pero es sumamente riguroso en el ámbito de las ciencias.
Por ejemplo, decimos que un río se encuentra contaminado por en el vemos como flotan botellas plásticas. En tanto que el microbiólogo medirá la cantidad de colonias de bacterias presentes. Esta última contaminación pasa desapercibida a nuestros ojos, pero es más grave que la presencia de las botellas, que se vinculan con el ambiente de manera más pasiva (aunque luego se acumularan en el fondo del mar o de un río).
Frente a este estado de cosas, la propia naturaleza y los movimientos que se encargan del medio ambiente llaman la atención a todo el mundo sobre lo siguiente: el planeta en el que vivimos, es el mismo que destruimos.
Quizás la bomba de Hiroshima (1945) marcó el despertar de la toma de conciencia humana acerca de la creciente capacidad de autodestrucción.
Fuente | Alertas ambientales
Foto | Flickr – Tetra Pak