Morir de manera sostenible
La preocupación por el medio natural, por fortuna, se extiende a ámbitos insospechados hasta ahora. En los últimos años, han prosperado las industrias de ataúdes y urnas biodegradables. Aparte de un incuestionable beneficio medioambiental, estos nuevos accesorios funerarios resultan mucho más baratos que los convencionales. Si el precio de un féretro tradicional oscila, en nuestro país, entre los 300 y los 3000 euros, el sostenible ronda los 50 euros. Los materiales que se emplean, para elaborar estos novedosos sarcófagos, son el cartón reciclado, el bambú y algunas fibras de origen vegetal.
Los países anglosajones avanzan rápidamente en este ámbito de la muerte sostenible. Por ejemplo, la empresa Natural Death Center ofrece eco-ataúdes, con certificación ecológica, que carecen de barnices u otro tipo de sustancias sintéticas, tóxicas o contaminantes. Además, la compañía también posibilita la celebración de enterramientos verdes, en bosques con flores, árboles y arbustos, para favorecer una descomposición más natural de los cadáveres. En Inglaterra existen, actualmente, más de 200 eco-cementerios de estas características. No se trata de una moda reciente, estos sepelios comenzaron a celebrarse a principio de los años noventa.
Pero la imaginación va más allá. Recientemente, ha visto la luz un ataúd-semilla. Se trata de una caja mortuoria biodegradable, que genera vida debajo de la tierra. Su composición es a base de cáscara de almendra y resinas naturales. Como no precisa ningún tipo de recubrimiento de zinc, se evita el impacto ambiental en el subsuelo y se contribuye a una degeneración mucho más sostenible. Aunque aparentemente todo sean ventajas, el uso de los ataúdes ecológicos sigue siendo minoritario. No ocurre lo mismo con las urnas funerarias para cenizas, pues las biodegradables se están imponiendo en los últimos años.
Morir protegiendo los recursos naturales y nuestro planeta va más allá del ataúd. Algunos servicios funerarios, como los de Barcelona, están comenzando a emplear automóviles híbridos, para el desplazamiento de los féretros. Por otra parte, existen más opciones ecológicas, cuando llega la hora de fallecer. Así, en algunos países orientales se practica la incineración solar, que evita la emisión de mercurio a la atmósfera, propia de la cremación tradicional. Existe una empresa nórdica que sumerge el cadáver en nitrógeno líquido, para convertirlo en polvo. El resultado es un compostaje, que puede emplearse como abono o fertilizante.
Aunque algunas de estas técnicas verdes, aplicables a la muerte de los seres humanos, puedan parecernos peregrinas e inusuales, resulta evidente el incremento de su aplicación, así como los beneficios económicos y medioambientales que conllevan.
Vía | Consumer
Foto | Flickr-Fartese