Los murciélagos aun nos guardan misterios
Los paleontólogos que enfocan su interés en los murciélagos todavía tienen preguntas sin responder.
A diferencia del estudio de los grandes animales del pasado cuyos restos son desenterrados en casi todas partes del planeta, los fósiles de estos animales son mucho más difíciles de hallar debido a su tamaño y fácil descomposición.
Así se entiende por qué la evolución de los murciélagos esté más incompleta que un rompecabezas a medio armar. Hasta Darwin se preguntaba de donde habían salido estas criaturas que parecían desafiar las leyes de la selección natural.
En el año 1986, el australiano John Pettigrew, de la Universidad de Queensland dio a conocer una novedad: dijo que los Megaquiropteros, esto es, los grandes murciélagos del “Viejo Mundo” no eran en realidad murciélagos, sino parientes cercanos a los primates.
Su teoría duró varios años y fue posteriormente desafiaba por Nancy Simmons, del Museo Nacional de Historia Natural, en Nueva York, quien realizó uno de los descubrimientos más importantes de este campo, encontró el fósil de una nueva especie de murciélago bautizada como Onychonycteris finneyi, de 52.5 millones de años, en un yacimiento de Wyoming (Estados Unidos).
Hasta ahora es el murciélago más viejo que se conoce y reveló ya varios secretos: por ejemplo, que estos animales aprendieron primero a volar y después desarrollaron su particular sistema de ecolocación o radar.
Todo indica que los antepasados de los actuales murciélagos eran diurnos y tenían una visión normal en algún momento de su evolución hasta que algo –no se sabe qué- los obligó a ocultarse en las cuevas, donde, si bien fueron perdiendo este sentido, amplificaron y desarrollaron otros.
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