Otra tortuga en extinción
Ya queda menos para que la sinfonía de la tortuga laúd deje de sonar por nuestros océanos. El comercio con sus huevos, teóricamente afrodisíacos, está a punto de matar a una especie tan fuerte que es capaz de nadar en el pacífico y aguantar las aguas congeladas del ártico.
No es una tortuga al uso. De hecho, la primera vez que unos marineros dieron con ella llamaron al observatorio marino más cercano para que examinase a “esa bestia”. Sherman Bleakney fue el que acudió a la llamada de la mar en 1961 para examinar al extraño escualo. Efectivamente no era un escualo. Era una gigantesca tortuga de unos 400 kilos de peso, cantidad equivalente al de un toro de los que agoniza las plazas españolas. Bleakney se quedó boquiabierto. Esta monada tenía la cabeza semejante a la de un proyectil de artillería y unas patas tan grandes que parecían alas.
El biólogo la reconoció como una tortuga laúd, considerada como el león de esta especie. Otra de las cosas que extraño al entonces joven Sherman, fue la localización geográfica del animal. Ni corto ni perezoso nadaba tan pancho por aguas canadienses. Posteriores investigaciones demostraron que era un sitio habitual y que pescadores expertos estaban hartos de verlas campar a sus anchas a pesar de ser un ejemplar tropical.
La mano del hombre puede acabar una vez más con un ejemplar que ha surcado los mares desde la época de los dinosaurios. Unos 100 mil millones de años, ahí es nada. Todavía queda tiempo para que las organizaciones intervengan, sería ridículo acabar con una especie por una caja de viagra.
Vía | National Geographic
Más informació | Wikipedia