El perro de la pradera
La madriguera donde viven los perros de praderas se hunde verticalmente como un pozo de unos 5 metros de profundidad. El propietario desciende a ella con la cabeza por delante, y sin embargo, contrario a lo que pasaría si nosotros lo intentamos, no se lastima al llegar.
En su salida vemos que este agujero está excavado en forma de embudo, que se estrecha rápidamente, de los 18 a 10 centímetros. Es probable que el perro de pradera frene su caída recogiéndose sobre sí mismo para hinchar su cuerpo.
Durante su bajada se detiene frecuentemente en una celdilla situada a unos 90 centímetros de profundidad bajo tierra. Allí puede detenerse y hacer un alto. Si el peligro es amenazador, desciende más abajo, donde encontrará toda seguridad, en caso contrario alcanza de nuevo y rápidamente la cima del montículo.
Pero, ¿Cómo puede un animal excavar un agujero tan profundo en el sentido de la vertical? El perro de pradera cava el terreno con las fuertes uñas de sus patas delanteras, y rechaza lo excavado detrás de si dando golpes con sus patas traseras. Sin embargo, no se halla una explicación satisfactoria para el modo como saca la tierra, y a veces hasta guijarros, a lo largo de la estrecha chimenea. ¿Da acaso media vuelta y lo empuja con la cabeza o sube empujando la carga con su trasero? Es una gran duda, pero lo cierto es que saca afuera los materiales superfluos, que le servirán inmediatamente para construir el terraplén circular del montículo, esto le sirve a la vez de protección contra el agua de lluvia. Durante este trabajo de construcción exterior amontona la tierra dando grandes golpes con la frente y con el hocico. Y sin embargo (un detalle curioso) el animal nunca recibe tierra en sus ojos.
El corredor de bajada se prolonga en otros túneles, con ligera pendiente ascendente, a fin de estar a resguardo de posibles inundaciones. Al extremo de cada uno de estos túneles, que pueden tener desde 3 a 7.50 metros de longitud hay dispuesta una cámara redonda de 22 centímetros de diámetro, tapizada de hierbas y de ramitas desmenuzadas. Otra cámara sirve de gabinete de aseo. El subsuelo de la pradera no ofrece ninguna morada tan limpia y tan confortable como la de estos extraños ‘perros’, ni ningún refugio mejor defendido contra todo riesgo.
Este animalito no almacena alimentos. Come afuera, al sol, todo lo que se encuentra: raíces, bulbos, hojas, flores, hierbas y toda clase de insectos. Si hace frío o viento o si está nublado o lluvioso se queda en su madriguera sin comer ni beber. Sus provisiones de grasa pueden ser suficientes para alimentarlo por largos períodos. Cuando vuelve a salir reemprenderá su vida al aire libre, y para ejercitarse continuará sus subidas y bajadas a lo largo de su túnel cortado verticalmente.
Fuente | Revista Genios
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