La selva venezolana saqueada

La selva venezolana saqueada

Escrito por: Olibana    28 julio 2009    3 minutos

La selva de Imataca, decretada reserva forestal en 1968, ubicada en el Oriente venezolano, cubría una extensión de más de 11 millones de hectáreas de bosques naturales. Sus recursos parecían inagotables; eran selvas vírgenes y ricas en maderas preciosas, oro, diamantes, cobre, bauxita, diversidad genética y energía hidroeléctrica entre muchas otras incontables fuentes de riqueza natural.

Los recursos de esta gran reserva de bosques han sido malversados a lo largo de la historia política de este país de Latinoamérica. Concesiones privadas a los políticos corruptos y a grandes empresas madereras y mineras canadienses, británicas, norteamericanas y sudafricanas, que a lo largo de cuarenta años se han dedicado a la explotación ininterrumpida, a la tala de árboles, a la extracción aurífera y a la distribución y atribución ilegítimas del terreno.

Los derechos genuinos de las comunidades indígenas que habitan estas regiones desde tiempos ancestrales han sido completamente ignorados. Los bosques de las reservas de Caparo, Ticoporo, San Camilo, Río Tocuyo y muchas otras, se han explotado sistemáticamente, sin la debida prevención de las medidas de sostenibilidad del ecosistema. La majestuosa selva de Turén fue devastada hace 20 años; más de la mitad de los bosques de estas reservas han sido destruidos, junto con los lotes boscosos al norte del río Orinoco. Se han destruido 400 mil hectáreas del bosque de San Camilo, el 90% de toda su superficie.

Las empresas explotadoras han abandonado la selva, dejando tras de sí ríos contaminados de cianuro, la degradación de las comunidades indígenas, la pobreza, la ruina y la devastación. No es necesario mencionar el tremendo impacto medioambiental que toda esta aterradora actividad humana ha dejado a su paso.

No es posible continuar permitiendo que la explotación de los recursos pase por encima de los derechos de las personas y especies que habitan esos territorios. ¿Hasta cuándo vamos a seguir tolerando impasibles que el enriquecimiento de occidente continúe creciendo a costa del sufrimiento, la devastación y la miseria del Tercer Mundo?

El proceso que ha dado lugar a esta cadena de acontecimientos a lo largo de la historia del mundo desde la Revolución industrial, es un atentado flagrante contra la vida. Los gobiernos y las empresas que actúan en favor de este comportamiento voraz y exterminador son gobiernos y empresas corrompidos, que denigran la condición humana y expolian la tierra y sus frutos, movidos únicamente por la avaricia de sus intereses y de su poder.

¿Cuánto tiempo más vamos a observar absortos estas escenas frente al televisor, escuchando la radio, leyendo la revista en internet; como si lo que está sucediendo ahí fuera no tuviera nada que ver con nosotros? La conciencia es una actitud, una forma de vida. Y la acción conciente puede marcar la diferencia en nuestro legado para las generaciones futuras.

Vía | Revista Era Ecológica