Las plantas carnívoras no son sino la excepción a la regla general para los representantes del reino vegetal en tomar su sustento del aire y del suelo. Pero esto no quiere decir que la lucha por la vida no exista también entre las plantas. Lo único que hace es que toma una forma distinta de la de los animales.
Aunque la tierra nos parezca tan compacta y tan sólida, es movible. Taladrada con grandes y pequeños agujeros a la manera de una esponja, allí se encuentra la vida en sus menores rincones. Pero la tierra es sobre todo la fuente de una vida intensa, que brota hacia fuera, al aire libre y abundante, aprovechando la menor posibilidad para desarrollarse y extenderse siempre más lejos y más arriba.
La flor es única y exclusivamente sexo. Una afirmación que sorprende por parecer demasiado contundente, pero es totalmente cierta. Porque el resto de las características de cualquier flor –la diversidad de tonalidades, el perfume que exhala, la variedad de especies, su valor decorativo- no pasa de la pura fantasía. Todos son trucos que usa para ser fertilizada, pues la principal función de los colores consiste en ser fecundadas a través de la polinización. Y para conseguirlo se sirven de sus colores, de sus perfumes e incluso de sus hedores (al menos para el olfato humano).
La nueva Lista Roja de la Flora Vascular española, calcula que son 1.221 especies y subespecies de flora, las que se encuentran ya extintas o amenazadas. Según estos cálculos, se habla de 72 especies más de las calculadas en el año 2000, lo que representa un aumento a razón de 9 especies extintas por año, durante los últimos ocho años.
Las plantas contraatacan. Eso debió de pensar la despistada abeja que fue a matar a esta rara avis de China. Pero la noticia es que fueron cientos de abejas las que se fueron directas y sin hacer preguntas a por esta variante de Orquídea oriental. Este tipo de planta suelta una sustancia algo rara que enloquece a los abejones que se piensan que son atacados por la flor. La conducta extraño a los científicos que observaban las plantas al ver como las abejas se lanzaban con muy mala leche contra las pobres flores.
Pese a su apariencia de inertes y pasivas, las plantas también sufren, se defienden y hasta sienten los dientes de quienes las devoran. Esto es debido a la hormona del peligro, la llamada jasmonato; similar a la adrenalina de los humanos. La misión de esta pequeña molécula, que se antoja fundamental para la supervivencia de los vegetales, es actuar de centinela, avisar de una amenaza exterior -un animal herbívoro, un hongo, un insecto, una bacteria, un cambio brusco de temperatura- y oponer resistencia.