Los venenos para luchar contra los topillos pasan factura a las rapaces
El uso de venenos es una de las mayores lacras y amenazas a las que tiene que hacer frente la naturaleza. El veneno es un arma insidiosa sobre la cual es casi imposible tener un control total de la misma y cuyas consecuencias van más allá de eliminar a un animal en concreto. Las plagas de topillos constituyen uno de los múltiples problemas con los que las explotaciones agrícolas tienen que lidiar. Una de las prácticas habituales es recurrir al veneno para eliminar a estos roedores, pero las implicaciones de su uso van más allá.
Una de las últimas investigaciones relacionadas con esta materia ha demostrado de forma patente que el uso de venenos como el de rodenticidas como la bromadiolona tiene un efecto directo en los depredadores de este roedor, pero también en sus polluelos. Este veneno provoca efectos que pueden matar o causar graves daños a los pollos de aves como los cernícalos vulgares (Falco tinnunculus) y lechuzas comunes (Tyto alba).
Los investigadores señalan en su estudio que «en la primavera de 2014, ante una nueva situación de alta abundancia de topillos en Castilla y León, se repartió bromadiolona en uno de los municipios donde previamente se habían instalado cajas-nido de cernícalo vulgares como alternativa al tratamiento químico». Tras la aplicación de este veneno se procedió a analizar la sangre de los pollos de cernícalo y se detectó la presencia del mismo en el 16,9 % de los pollos analizados.
Una de las conclusiones de esta investigación es que el efecto de este veneno podría ser contraproducente a largo plazo, ya que también está eliminando a los depredadores naturales del topillo como el cernícalo. Para revertir esta situación, se destaca que el control biológico mediante la instalación de cajas-nido para cernícalos vulgares y lechuzas comunes puede ser una solución al problema y por la que debería apostarse.
Fuente | Efe Verde
Fotografía | Wikimedia Commons
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